Tarta regia
Irresistible y con un punto casi indecente. La tarta Sacher es uno de los regalos de la gastronomía austriaca al mundo: dos gruesos bizcochos de chocolate separados por mermelada de albaricoque, todo ello cubierto de ¡más chocolate! Y por si no era suficiente delicia, acompañado de nata montada. ¡Ay! ¡Solo con teclearlo ya se nos hace la boca agua!
Y semejante invención tiene fecha de nacimiento y “padre”, cosa que no sucede con todas las recetas. La tarta “nació” en 1832 de manos de un avispado aprendiz de pastelero (llamado Franz Sacher) con regias intenciones: deleitar a un miembro de la realeza austriaca y a su séquito. Tras bautizar su invención, abandonó Viena. Sería su hijo mayor, Eduard Sacher, que había heredado su gusto y buena mano con los dulces, quien fundaría la legendaria confitería vienesa Demel y, más tarde, el Hotel Sacher, donde la chocolateada tarta se vendía como pan caliente.
Eso sí, ningún miembro de la familia quería perder su parte del pastel (literalmente) y los herederos del humilde pastelero se enzarzaron en disputas legales para discernir quién era el dueño del invento. Finalmente, por una salomónica decisión, ahora se comercializa la Original tarta Sacher y la tarta Eduard Sacher en Viena, mientras que en el resto del mundo las copias más o menos conseguidas de tan delicioso postre toman su nombre sin pedir permiso.